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"Ganimedes" cuento de Sylvia Iparraguirre

Sylvia Iparraguirre (1947) es una escritora argentina ganadora del Premio Konex y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. Junto a su marido, el escritor Abelardo Castillo y la autora Liliana Heker fundó revistas de resistencia cultural durante la dictadura militar.

En la calle me golpea un afiche. La ilustración, en blanco y negro, de inspiración casera, no ha sido favorecida por el arte del imprentero. Enseguida, el texto desmiente esta apariencia superficial de modestia. Informa que la señora Valentina de Andrade presenta: La Verdad sobre Dios. Ni bien leída, la frase adquiere un relieve declamatorio aplastante del que se hace imposible huir: La Verdad sobre Dios. Un globo de enorme admiración crece en mi mente: esta mujer casi anónima, seguramente sencilla, viviendo en algún lugar insospechado de la ciudad, posee una verdad que nos incluye a todos y a cada uno de los que cruzamos las calles de Buenos Aires. Más todavía, concierne a otras calles y a otras ciudades y a continentes enteros: chinos, europeos, americanos, neocelandeses, esquimales, agregando flora y fauna del único planeta habitado (que sepamos) del sistema solar. Y no sólo Valentina de Andrade posee esta verdad sino que está dispuesta a compartirla. Con sólo atender a la hora y el día indicados en el anuncio y concurrir, nuestras existencias darían un vuelco definitivo. Sabríamos, por fin, La Verdad sobre Dios. Es decir, en principio, nos enteraríamos de lo más perentorio y fundamental: ¿existe Dios? Y, en consecuencia, ¿hay vida después de la muerte? Frente a este conocimiento, todos sufriríamos una instantánea transformación gracias a la palabra reveladora de la señora Andrade, si es que la revelación de la verdad sobre Dios y la vida eterna es positiva, cosa que, desde ya, descontamos, porque sería inaceptable, sería de una maldad inconcebible y del todo gratuita que la señora de Andrade pusiera este anuncio en la calle incitando a los inocentes transeúntes que pasan y lo leen a que concurran a escucharla sólo para darles una respuesta negativa, para revelarles que Dios no existe, que lo sostenido durante milenios es una engañifa burda y trivial, que no hay nada que se le parezca, que no hay vida eterna ni nada de nada; todo es patada libre y sálvese quien pueda. Por el contrario, los dispuestos a asistir descontamos una respuesta positiva, si no ¿a qué tomarnos el trabajo de llegar a nuestras casas, dar explicaciones de que tenemos que volver a salir, que no vamos a cenar ni a mirar televisión, ni siquiera a aceptar ese quesito y esas aceitunas, sino que, sin perder un minuto, tenemos que dejar el portafolio o la bolsa de nylon con las compras, o la percha de la tintorería y emprender de inmediato el retorno al centro a escuchar la verdad sobre Dios? ¿Es que nuestra pareja, mujer, marido, padres, niños, no entienden? ¿Es que tratan de minar nuestra determinación? ¿Es que no comprenden que iremos a enterarnos de algo que atañe, concierne e involucra a todos y en primer lugar a ellos mismos? Una vez allí, argüimos, frente a las palabras de la señora de Andrade que nos revelan la verdad sobre Dios, nos transformaríamos todos en gente buena. Porque como ya se sabe, la maldad se castiga y Dios, que definitivamente existe (apostamos a que éste sea el fin de la convocatoria de la señora de Andrade), sería el primero en ejercer este principio. Por lo tanto, sin tiempo que perder, todos, en masa, nos volcaríamos a la bondad. Se trataría de una conmoción radical, infinitamente más vasta que la revolución copernicana, que el descubrimiento de América, que la Revolución Rusa, que la penicilina, que la clonación, que el psicoanálisis, que la ida a la Luna, que el genoma humano. ¡Todos buenos! ¡Todo el planeta! ¡No más traficantes, no más armas ni economistas, no más violencia sobre niños hambrientos ni animales apaleados! ¡No más! La perspectiva me arrebata, me marea; es demasiado fuerte y entro en un bar a tomar algo y reponerme.

La señora de Andrade me resulta más inofensiva en el afiche de la cuadra siguiente donde promociona cómo fue raptada y llevada a Ganimedes.

 

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/cuento-nid745762/

Sylvia Iparraguirre (1947) es una escritora argentina ganadora del Premio Konex y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. Junto a su marido, el escritor Abelardo Castillo y la autora Liliana Heker fundó revistas de resistencia cultural durante la dictadura militar.

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